Su afán por crear la guitarra perfecta, que además de verse bien por fuera tenga un sonido perfecto, llevó a Hugo Chiliquinga a viajar por el mundo durante 12 años. Al final de este viaje, logró su objetivo.
Pero su camino como el mejor luthier ecuatoriano terminó ayer, a sus 70 años. Aunque su muerte sorprendió a su familia y amigos, una suerte de premonición tuvo Chiliquinga, el pasado 18 de octubre, en la Casa de la Cultura de Cuenca, donde dijo: “En el ocaso de mi existencia permitidme pronunciar lo que bien podría ser mi frase final: acariciadla, tocadla con virtud y desarrollad vuestras habilidades, porque yo ya he terminado las mías”.
Esta frase la mencionó en la inauguración de su muestra de guitarras y violines.
El músico cuencano Luis Mario Pesántez, su amigo, contó que a las 22:00 del martes pasado empezó a sentir un dolor en la espalda. Su esposa, Consuelo Giraldo, quien le acompañaba en su estancia en el sur del país, lo llevó al Hospital Santa Inés. Allí fue atendido durante toda la noche y estuvo en observación. Finalmente, su vida se apagó.
Su técnica para crear instrumentos de cuerdas es reconocida en todo el país y también internacionalmente.
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