viernes, 23 de marzo de 2012

Begoña Basauri Revista Caras : Marzo 2012



Begoña Basauri Díaz (30). Está radiante, dejó atrás un 2011 duro, marcado por rumores, el acoso mediático y el miedo.

“Lo pasé pésimo”, dice sobre las versiones que la apuntaban como la causante de la ruptura entre María Elena Swett y Felipe Braun. Quedó como la mala, pero luego trascendió que las causas habrían sido muy distintas. “Nunca tuve que ver con una infidelidad, ¡eso es mentira!”, denuncia. En esta entrevista cuenta por primera vez lo que sucedió hace dos años en el cumpleaños de quien hasta entonces era su amiga, historia que revivió a mediados del 2011, cuando la noticia y sus crudos detalles llegaron a los medios.

Ahí, sin buscarlo, Begoña entró en el ojo del huracán y se vio forzada a recrear un episodio traumático que todavía la tiene yendo a terapia. “Sin intuirlo me puse en una situación de riesgo —recuerda sobre aquella noche—; alguien traspasó mis límites y tomó una decisión por mí que yo no habría aceptado”, aclara sobre la celebración en que —cuenta— se intoxicó y despertó con el dueño de casa en la misma cama.

En todo ese tiempo se escudó en el silencio. Jamás una palabra, a pesar de que algunos periodistas y opinólogos la catalogaron de “maquiavélica” y “amiga de lo ajeno”. Sus cercanos le recomendaron tomar acciones legales. “Pero no quise, tampoco busqué contar la verdad en una rueda de prensa; lo mío es la actuación y sentía terror de que todo esto fuera a afectar mi trabajo, que es lo que más amo en la vida. Por eso tuve mucho miedo”, argumenta.

Admite que tal vez fue un error no hablar en el momento, pero no se arrepiente: “Evité a toda costa que mi carrera se farandulizara”, dice ahora cuando ‘el chaparrón’ —como lo llama—  ha ido quedando en el pasado y la fuerza de los hechos le permitió reordenar su vida y su entorno. “Fue increíble: me sirvió para valorar a mis amigos, a mi familia, a la gente que vale la pena y la que no. Para descubrir al tremendo hombre que tengo al lado”, dice por su pololo, el chef Benjamín Cienfuegos, en quien se apoyó durante la crisis.

“BENJAMÍN HA SIDO UNA MUY LINDA SORPRESA. Se convirtió en el príncipe azul, de espada y capa, el hombre que venía a rescatar a la doncella. Yo no creía en cuentos y venir a encontrarlo a los 30… (se ríe). Increíble haber pasado el chaparrón y seguir juntos. Porque de repente pensaba, este hombre va a salir huyendo ¡y lo entiendo! Pero se mantuvo firme”.

Hoy están a punto de cumplir un año y medio. Viven juntos en una casa antigua de Vitacura. “Es un trabajo estar en pareja, un acto de voluntad, de encontrarse, perderse y desconocerlo también. Súper bonito empezar a armar familia”.

Cuando ríe su cara se ilumina. El 2012 partió con cambios y después de siete teleseries en TVN, fue fichada por CHV como figura del segundo semestre y en el que representará a la malvada en una teleserie. Más no puede contar, aunque se sabe que se interpondrá en la relación de una sexóloga y conductora de radio (Isidora Urrejola) y su novio (Tiago Correa). Compartirá roles con Héctor Noguera, Liliana Ross y Claudia Di Girolamo, de quien se declara admiradora y amiga: “Su apoyo y el de su familia ha sido fundamental”.

Hija única. Nació cuando sus padres recién salían del colegio y sólo se casaron cuando ella tenía cuatro años. Una historia de idas y vueltas que entremedio le dejó cinco medio hermanos por el lado paterno.

“Con mi mamá vivimos en la casa de mis abuelos Díaz hasta que cumplí cuatro. Un lugar inmenso en Colón con Vespucio donde criaron a sus doce hijos. Una familia muy exigente y rica en términos culturales; desde chica escuchaba ópera, iba a ver a mis tías (dos son cantantes líricas), otro tío era chelista y hoy está a cargo del Conservatorio de Música de la Universidad de La Serena. También soy sobrina de Gonzalo Díaz, pintor y Premio Nacional. Yo soy la única actriz”.

Su padre aportó con el mundo de la publicidad y el cine. “Y mi mamá, gestora cultural. Siempre relacionada con la música (hoy trabaja en las Orquestas juveniles)”.
Era una niña atípica, “con cara de duende”, ojos muy grandes, rodeada de adultos y gustos bien particulares. “Me encantaban las ostras, los erizos…”.

A los seis años —luego de una nueva separación de sus padres— con su mamá se instalaron en una comunidad medio hippie en Jardín Alto, cerca de Lo Cañas. Al frente estaban las antenas de Radio Cooperativa, justo a fines de la dictadura. Viví ese tiempo muy conectada: a los 7 años iba a las protestas. Eran manifestaciones masivas y a los niños nos ponían un brazalete con el nombre, teléfono, y nosotros bien alertas. Aunque eran en parques, en lugares públicos, no a tirar piedras”, aclara.

Estudió teatro en la Universidad de Chile, “en el centro, no en un parque escuchando los pajaritos; desde chica entendí que la actuación requería esfuerzo y que había un discurso político detrás. Más que dura o fuerte, me formé como una mujer rigurosa, trabajadora, metódica, aunque también soy más insegura y débil de lo que se cree”.

—¿Le cuesta establecer confianzas?

—Al contrario, soy muy amistosa, confiada por naturaleza, no se me ocurre pensar que la gente sea mala o que me vayan a cagar. Pero por situaciones de la vida he tenido que aprender a ser más reservada, discreta, selectiva…

Begoña Basauri se refiere a los hechos que marcaron su 2011. “Para mí es una etapa que ya está bastante lejana. Me enseñó a ver que hay gente capaz de abrirte las puertas de su casa, invitarte a comer, llamarte por teléfono y de un día para otro —por una cosa estratégica— no hablarte nunca más, como que no les conviene. Eso es súper potente. Son maneras de moverse en la vida, ni buenas ni malas, pero códigos muy distintos a los míos”.

—¿Se refiere a la actitud que tomó Mane Swett después de aquel cumpleaños que  desencadenó el fin de su matrimonio?

Evita mencionarla, pero reconoce:

—Fue muy doloroso, impactante. Pero la ley de las compensaciones existe y finalmente la vida se encarga de poner las cosas en su lugar. Me di cuenta de que tengo un grupo de amigas maravillosas, a las que cuido y atesoro.

—SE HABLÓ DE QUE BRAUN FUE INFIEL CON USTED EN PLENO CUMPLEAÑOS DE SWETT…

—¡Totalmente falso! Hasta el día de hoy lo comentan. Parece que el negocio resulta más lucrativo así que empezar a desenmarañarlo todo.

—¿Entonces qué pasó?

—Estamos hablando de algo que ocurrió hace dos años. Era un período muy difícil y me habían recetado un remedio que nunca había tomado; me advirtieron que tuviera cuidado con el alcohol. No soy muy de tragos, no me gustan las cosas fuertes, pero ese día tomé y me intoxiqué. No paraba de vomitar, me llevaron a una cama y en un momento de la noche me desperté con el dueño de casa acostado en el mismo lugar donde yo estaba durmiendo… A partir de ahí he tenido que hacer un trabajo muy largo para entender que, independiente de lo que haya ocurrido en ese espacio, se vulneró un límite cuando yo no estaba en condiciones de decir sí o no.

—¿Por qué no hizo una denuncia?

—Porque tampoco era denunciable, ¿qué iba a decir, que alguien se acostó a mi lado cuando yo estaba prácticamente inconsciente?

—¿Se acostó o fue más allá?

—Tengo súper claro qué fue lo que sucedió, mi gente cercana también y con eso me basta.

La actriz reconoce que en este proceso se topó con comentarios insólitos. “Hubo personas a las que consideraba muy cercanas y que encontraban válido que alguien se metiera en tu cama sin tu consentimiento, simplemente porque se había sentido seducido ¡y me lo dijeron así, en mi cara! ¿Dónde estamos, cuáles son los códigos que estamos transmitiendo? En Chile se asume que los hombres son animalitos incapaces de controlar su deseo sexual y nosotras las encargadas de administrarlo… Esa es la mentalidad. Está a años luz de la familia en que me crié, de las amigas que tengo, y empezar a encontrarme con eso… Es como en El señor de la querencia, ¿me están tomando el pelo? Quedé plop”.

—¿Esos comentarios los recibió de hombres?

—¡De mujeres! Si este país es muy machista. Por eso también preferí resguardarme; entendí que era una mentalidad que no podía cambiar.

Hace un silencio y agrega:

—Ok. Tengo claro que me puse en una situación de riesgo sin saberlo: estaba tomando un medicamento que no conocía, y a veces también tienes que estar consciente de que puedes estar conversando con alguien y éste luego decir ¡es que me coqueteó poh! Perfecto, súper válido que alguien se pueda sentir seducido, pero hay límites que no se cruzan. A partir de ahí aprendí que hay que tener más ojo. Tuve que hacer un aprendizaje, porque lo primero que te dicen… oye, cómo sales con minifalda y después te quejas porque te violan…

—Llamó la atención que durante todo este período no quisiera hablar.

—Nunca me ha interesado ventilar mi vida privada, no podía abrir mis espacios sólo para aclararle a la gente una versión que desde siempre fue mentira. Tengo muy claro que cuando se elabora un juicio es muy difícil de revertir. Es doloroso. Pero hay que ver las cosas en un contexto.

—Mane Swett sí conversó con la prensa…

—Pero todo en la nebulosa. Yo en cambio, aunque tarde, estoy contando las cosas como fueron.


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